23:00:00

Día: 2012-10-20 
Hora: 19.00 (hora 23:10:00)
Lugar: Espacio #1 - El Ranchito. Matadero Madrid.
Asistentes: Uriel Fogué, José Vela Castillo, Fernando Domíngez.
Público asistente: 20 personas.
Invitados: Carlos Ruiz de la Sierra (Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación) y Guillaume Monfort (Coordinador de área de Servicios Sociales e Igualdad. Subdirección General de Relaciones Internacionales del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad como).
Título de la sesión: "El papel de la Mediación en el Conflicto" 
          Presentación del Grupo [Inter]sección.
          Presentación del Gabinete de Crisis de Ficciones Políticas (GCFP) y de la presente sesión.
          Presentación de Carlos Ruiz de la Sierra y de Guillaume Monfort
          Vídeo introductorio: WKUK Alien Negotiation


          Tras la anterior sesión, en la que D. Ángel Faerna abordó el problema de la comunicación entre especies diferentes (Ver Acta 03), el Gabinete de Crisis de Ficciones Políticas decidió invitar a dos expertos en protocolo y gestión de crisis para abordar de forma práctica el diseño de un posible espacio de encuentro y una posterior negociación entre los terrícolas y la especie invasora.

          Desde el comienzo, ambos expertos centran su intervención en la necesidad de diseñar entornos apropiados para el encuentro. Carlos Ruiz, experto en relaciones internacionales, enfatiza el rol del protocolo como herramienta fundamental para la construcción de ‘climas’ que favorezcan el encuentro, así como la ordenación de las relaciones. Preguntado por el Gabinete, Guillaume Monfort, por su parte, incide en la importancia del diseño de espacios como herramienta para generar confianza. Por ejemplo, a menudo se recurre a la organización del encuentro en un espacio abierto que cuente con varias salidas posibles que permitan una eventual huida, en lugar de en uno cerrado con una única salida, con el objetivo de evitar una sensación incómoda al visitante. Además, el diplomático afirma la relevancia de todos y cada uno de los pormenores, por muy nimios que parezcan, para la preparación del espacio de encuentro, como el vocabulario etiológico, erigido a través de pequeños detalles, entre los que cabe destacar la posición de los cuerpos (dar un lugar central a la persona más importante), la presencia de objetos que puedan ser (o parecer) agresivos (como un simple elemento alargado o un objeto arrojadizo), o el propio lenguaje gestual. En definitiva, los expertos nos invitan a pensar en la importancia de construir una retórica material: un escenario físico en el que seamos capaces de hacer perceptible elementos intangibles tan relevantes como nuestras buenas intenciones, los límites de la negociación (las denominadas “líneas rojas”) o nuestra predisposición a dialogar. Una retórica material encarnada en un escenario que propicie la interacción amable y que elimine o mitigue cualquier sensación de amenaza. De esta forma, los invitados nos recuerdan la importancia política de todos aquellos elementos aparentemente alejados de ella, como el confort, la ergonomía o el clima.

          No obstante, el encuentro debe ser planteado en todo caso desde la prudencia, concepto al que una y otra vez se refiere Carlos Ruíz. La prudencia se verá materializada, nos recuerda, en una escenografía de la seducción y también de la circunspección, cuyos elementos materiales básicos han de cumplir dos funciones cruciales: por un lado, deben invitar a participar y, por otro, nos han de proteger, han de favorecer nuestra seguridad e integridad. De ahí la importancia de la gestión de las distancias, tanto entre los cuerpos entre sí (la suficiente par evitar un eventual ataque), como la separación entre los cuerpos y las cosas. De esta manera, los expertos destacan el papel del inmobiliario de la política y la retórica, ambas desplegadas en y a través de las cosas, antes incluso del uso de la palabra, invitándonos a abordar el tema de la comunicación pero, en lugar de a partir del punto de vista del lenguaje verbal, a través de la configuración material de los espacios, los cuerpos y las cosas. En definitiva, no se trata de intentar determinar la comunicación a través de condicionantes materiales, sino más bien de facilitarla, de hacerla viable.

          Avanzada la sesión el Gabinete pregunta a los expertos si de lo que se trata es, en definitiva, de construir una dramaturgia política: un escenario, un guión, unas directrices marcadas desde la dirección y unos roles que seguir para performar un papel que genere dicha confianza y defienda unos intereses determinados. Sin embargo, durante la discusión parece que el protocolo fuera más bien un estado intermedio entre la dramaturgia y el laboratorio porque, como recuerda, Carlos Ruiz, el protocolo no se queda en un simple intento de regular los comportamientos y de reducir lo impredecible a través de una serie de estandarizaciones. Sino de establecer unas reglas que conformen un espacio de juego común. De esta manera, el protocolo consistiría en el diseño de un escenario experimental, sujeto a unas reglas de juego, que propicie una serie de efectos. Algo así como una metodología concreta para llevar a cabo aquello a lo que nos invitaba Javier Lezaún en la primera hora del gabinete cuando afirmaba “tenemos que experimentar”. El escenario protocolario no sería otra cosa que la materialización de dicho espacio experimental para generar un encuentro que permita obtener los datos sobre los que ir descifrando a ese otro radical al que nos enfrentamos.

          No obstante, y como nos recuerdan tanto los expertos invitados como la activa participación del staff ministerial en las gradas, el protocolo no es pura experimentación, pues la variable dramatúrgica que lo define necesariamente lo liga a nuestra identidad. El protocolo es, también, y necesariamente, una carta de presentación, una mise en scene del nosotros, del yo colectivo. Como se recuerda desde el Gabinete, el protocolo es en realidad la codificación de ese nosotros a través de una serie de disposiciones y reglas que actúan como huellas históricas de una comunidad. De ahí, la importancia que tiene resolver el interrogante acerca de en qué consiste ese nosotros, y con qué intenciones se desenvuelve (que intenciones tenemos), como paso previo a cualquier diseño de una escenografía política. ¿Qué mensaje queremos mandar? ¿Agresividad? ¿Sumisión? ¿Alianza? Sin embargo el Gabinete sugiere que, a la vez, el protocolo supone una oportunidad histórica, en el momento en el que es entendido no sólo como el registro de las huellas de la historia del nosotros, sino como la superficie de inscripción sobre la que podemos pensar(nos), desde la que podemos interpretar la comunidad. El protocolo abre así una dimensión creativa, en tanto que espacio para la determinación de la comunidad que queremos ser. Los invitados resumen este punto de vista afirmando que, en definitiva, el protocolo es un arte.

          La respuesta a todos estos interrogantes determinará la disposición particular del escenario. Ante esta invitación, el Gabinete ha resuelto invitar a un arquitecto experto en el diseño de ambientes y atmósferas de interacción que le ayude a diseñar unos espacios confortables y apropiados en los que se pueda generar el necesario clima de confianza en el que las distintas especias ajenas ajusten sus distancias para un potencial encuentro.

Foto: Ce de Carmona

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